Arte, patronos y bienhechores en Puebla de los Ángeles y Zacatecas. Un estudio comparativo entre una ciudad episcopal y una ciudad minera. Siglos XVII y XVIII
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2019-06
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“Los siglos XVII y XVIII fueron los siglos de las obras pías. A diferencia del siglo XVI, la construcción de templos, conventos y capillas pasó de ser responsabilidad de la Corona para ser la acción y gloria de sus súbditos más adinerados. Como bien menciona Vargas Lugo, para el hombre novohispano el único medio de expresión artística fluyó en torno a la religiosidad y, por tanto, el patrocinio de obras arquitectónicas, pinturas y objetos suntuarios para el culto, aparecía como una oportunidad de adquirir prestigio social, respetabilidad, admiración y a su vez -quizá lo más importante para la mentalidad del hombre novohispano-, tranquilidad para el alma. Aunque eran los aristócratas de este periodo, los comerciantes exitosos, los mineros bendecidos por la fortuna y clérigos de poder los que podían permitirse tal despilfarro monetario en pos de su salvación edificando templos y conventos, no eran los únicos que se ubicaron como benefactores de la Iglesia. Muchos otros, según sus posibilidades, contribuían con menores cantidades, ya fuera con pinturas para vestir los claustros conventuales, con objetos que embellecieran el templo o mediante asociaciones tales como las cofradías”.
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